Sanidad deberá indemnizar con 20.000 euros a una paciente por negligencia


 
Alejandra Rus logró que el Tribunal Superior de Justicia reconociera el fallo médico en el tratamiento de una perforación de colon en el Hospital San Agustín

BORJA PINO AVILÉS
Han hecho falta casi cinco años para que Alejandra Rus García haya podido ver con satisfacción cómo la Justicia le daba la razón en su pugna contra el Servicio de Salud del Principado (SESPA). Una perforación de colon inadecuadamente tratada por dos doctoras del Hospital San Agustín de Avilés marcó el inicio de una batalla legal que, el pasado 31 de julio, concluyó con la emisión de la sentencia por parte del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, en la que figura el reconocimiento de una negligencia médica y la obligación de indemnizar a la afectada con 20.000 euros, además del pago de los intereses generados durante el proceso.

La peripecia clínica de Rus comenzó el día 11 de octubre de 2009, a las seis de la tarde. «Me acababa de levantar de la siesta cuando, de repente, sentí un dolor muy fuerte en la barriga, como una explosión», recuerda. Con dificultades, logró llegar al servicio de Urgencias del San Agustín, donde describió al personal médico «un caso típico de perforación de colon».

Sin embargo, las atenciones recibidas en las dependencias del centro no fueron las que Rus esperaba. «Sólo me tomaron una muestra de orina, poco fiable porque estaba menstruando, y me pusieron un analgésico. Con eso, me mandaron a casa». No transcurrieron ni dos horas antes de que la afectada tuviese que regresar al hospital. «Caí redonda en casa y tuvieron que llevarme en ambulancia. Eso es lo último que recuerdo antes de que me sedasen, que mi pareja me dejaba allí».

Desde ese momento, y hasta el fin de la operación de urgencia «a vida o muerte» a la que la sometieron a la mañana siguiente, todos los datos que Rus posee los obtuvo gracias a los informes que solicitó en el mismo instante en que recuperó la consciencia. «Durante esa primera noche que pasé en el hospital las dos doctoras encargadas del box se limitaron a ponerme más y más sedantes. No cumplieron ni uno de los protocolos que hay que seguir al entrar, incluso, por un dolor de muelas», afirma con indignación.

Al término de la intervención, Rus abandonó el quirófano con un shock séptico, por lo que hubo de pasar diez días en la Unidad de Cuidados Intensivos; los tres primeros, debatiéndose entre la vida y la muerte. «Me pusieron una bolsa de colostomía hasta que me hicieron la reconstrucción; eso hay que vivirlo para entenderlo, porque se pasa fatal», declara. No obstante, insiste que «mis hijos lo pasaron aún peor, porque estuvieron muy asustados y me veían a través de un cristal».

Tras un mes más ingresada, y ya con el alta bajo el brazo, la afectada comenzó los trámites legales para denunciar su caso y exigir responsabilidades. Su primer paso fue solicitar todos los informes médicos, por temor a que fuesen manipulados y alterados. «Tengo los escritos originales, aunque luego aparecieron informes de las pruebas que me habían hecho, pero que ni estaban selladas a su hora ni nada. Y apareció de la nada la solicitud de una resonancia que en ningún momento se materializó».

Sin embargo, tales documentos no servían de nada sin la ayuda de un abogado, y en este punto Rus se encontró con un nuevo obstáculo. «Los abogados, a menos que tengas mucho dinero y que vayas con él por delante, se lavan las manos de cara a las negligencias, porque se juegan mucho», confiesa.

Y fue en ese punto cuando su combate contra el SESPA llegó realmente a los tribunales, aunque antes el organismo sanitario agotó todos los plazos posibles, lo que contribuyó a demorar el proceso. «Es la táctica que tienen para disuadirte, para agotarte y para que tires la toalla. La primera criba, la administrativa, dura nueve meses. Luego tienes que presentar la reclamación por la vía judicial, que también implica plazos. Y, una vez en el juzgado de Oviedo, pasaron dos años. No ha sido hasta hace dos meses cuando todo ha terminado», recuerda.

Pero la espera ha merecido la pena. Aunque la indemnización se aleja considerablemente de los 65.613 euros inicialmente pedidos por su defensor, y pese a que aún padece las secuelas físicas y psicológicas del drama, Rus matiza que «lo que yo quería era que el SESPA reconociese que hubo un fallo, porque durante todo el proceso negó la negligencia.